En Afganistán la pobreza deja una fea cicatriz en el costado de cientos de personas cuya única posesión valiosa se halla en el interior de su cuerpo: sus riñones. Y muchos no dudan en venderla para alimentar a su familia o saldar deudas. La provincia de Herat se ha convertido en una meca para enfermos de todo el mundo, en especial occidentales. No hay más que acudir a ciertos hospitales con una buena suma de dinero; la miseria y un equipo de médicos sin escrúpulos se ocupan de todo lo demás.