Ruslán Chistiakov, felizmente casado y con un hijo, podría pasar por una persona corriente si no fuera por sus ansias desmedidas de llamar la atención y su deseo de triunfar como bloguero. Tras despedirse de su trabajo en la fábrica de fertilizantes decide dejar su ciudad natal y embarcarse en un estrafalario proyecto: cambiar una casa por un clip. ¿Quién diría que en la era de internet el trueque podría causar sensación?