Pregúntenle a un niño cómo se imagina el transporte del futuro; probablemente les responda: "Los coches volarán", y acaso no ande desencaminado. Los ingenieros de hoy, puestos a crear los vehículos del mañana, tienden a apartarlos de la superficie terrestre. Dotados de motores a reacción, hélices, suspendidos de un cable o metidos en tubos al vacío, la consigna suele ser siempre la misma: ¡más rápido! Queda por saber si tanta velocidad no plantea más problemas, y más serios, de los que resuelve.