El pintor Nikolái Polisski tuvo una revelación creativa a los 42 años de edad. Cuando era ya un artista conocido, decidió dar un giro de 180 grados a su carrera. A partir de entonces, los lugareños de una pequeña aldea rusa se transformaron en sus pinceles y la propia naturaleza del lugar, en su lienzo. Sirviéndose de los productos que da la tierra y de la colaboración y el trabajo desinteresado de los habitantes de la zona, el artista crea obras colosales e incomparables.