La letra pequeña de una historia, la de la Segunda Guerra Mundial, grabada a fuego en la piel de Europa: recuerdos confiados a un papel cuando el pudor o el dolor sellan los labios, cartas desde el frente que registran la última esperanza que brilló para un soldado soviético antes de caer en el campo de batalla. Testimonios que quienes hoy acuden a la marcha del Regimiento Inmortal preservan para que no se extinga la memoria del coraje y el sacrificio que fueron necesarios para derrotar al nazismo.