Filipinas cuenta con enormes depósitos de mineral de oro en el fondo marino. Desde el siglo XVIII los españoles, y más tarde los estadounidenses, trataron de realizar operaciones de extracción en el lugar, pero nadie lo consiguió: tifones, deslizamientos de tierra o los bajos márgenes de rentabilidad hicieron que las empresas mineras tuvieran que retirarse. Ahora, y aunque de forma ilegal, los lugareños se arriesgan a diario buceando hasta las profundidades para poder ganarse la vida.