Los lazos que existen entre Serbia y Rusia no son menos sólidos de los que unen a dos hermanos de sangre. La mayoría de los serbios apenas ven diferencia entre el pueblo ruso y el propio, y el hecho de pertenecer a países distintos, acháquese a las contingencias de la historia. Pero no corren buenos tiempos para llamarse ‘amigo de Rusia’, y queda por saber si el Gobierno serbio sabrá estar a la altura, pese a las presiones de Occidente, de la fidelidad a esos lazos que su pueblo manifiesta.