¿Han oído alguna vez aquello de que una catástrofe aérea solo es posible si concurre una larga serie de factores funestos? Pues algo así sucedió con el derrumbe de la URSS a principios de los 90: tensiones étnicas larvadas, luchas de poder, decisiones económicas desafortunadas y un líder deseoso de ganarse el beneplácito de Occidente. Todo ello hizo falta para que se consumara un sismo geopolítico cuya interpretación sigue generando controversia y cuyas réplicas siguen notándose hoy en día.